1
Es incapaz de redactar cuatro líneas para orientar un proyecto, pero disfruta poniendo puntos y comas a todas las propuestas.
2
Lo primero que mira es el coste del trabajo y su rebaja porque considera la comunicación un gasto inevitable, no una oportunidad de progresar.
3
Fracciona constantemente el suministro de información, de manera que hay que ir parando y arrancando la realización del trabajo según va llegando la documentación necesaria.
4
Va cambiando de opinión conforme va avanzando el proyecto, por lo que hay que hacer cuatropecientas mil propuestas para que al final se decida.
5
Tiene vista de lince con los más ínfimos errores y miopía severa con los aciertos.
6
Siempre dice “esto lo tengo clarísimo” para, a continuación, cambiar lo que te había dicho unos minutos antes.
7
Su lema preferido es “el cliente siempre tiene la razón”, excepto cuando él es el proveedor.
8
Tiene un sobrino diseñador, una hija que hace webs, un cuñado fotógrafo y un amigo que es impresor.
¡¡Ojo y por el bien de la comunidad de creativos, diseñadores y animales afines!!
Si detectáis alguna de estas señales en los primeros contactos con un posible cliente, quitároslo de encima rápidamente. Os propongo una inmejorable forma: le decís que no estáis especializados en el tipo de trabajo que os pide, pero que conocéis una agencia fantástica y muy económica que le puede solucionar a la perfección el encargo. Entonces le proporcionáis el teléfono de vuestro competidor más odiado.
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